Cristian
suspiró en la penumbra de su habitación. Estaba sentado en el suelo,
apoyado en la pared y mirando fijamente al recto. Había dejado el bajo
apoyado a su lado puesto que todo lo que intentaba componer sonaba
triste, vacío, deprimente...
El tiempo pasaba muy despacio. Los minutos se le hacían eternos y, aunque no había ningún reloj en su habitación no paraba de escuchar el "tic tac" que marcaba el paso del tiempo. Y aunque el tiempo parecía haberse detenido Cristian sabía que había empezado una cuenta atrás.
Las paredes de su habitación se habían convertido en los muros que construían su prisión. Realmente no existían esos muros, sólo existían en su mente y eran el miedo a fracasar, el miedo a quedarse solo, el miedo a sentirse inútil, vacío... Le fatigaba la ansiedad, le era difícil respirar... Por irónico que parecieria buscaba un poco de aire puro entre esos muros.
Él se encendió un cigarrillo aspirando lentamente el humo, saboreando el tabaco, sintiendo como la nicotina calmaba esa sensación de "mono" y le proporcionaba un placebo tranquilizándole...
Estaba sentado en el suelo de su habitación, recordándose a si mismo lo que fue. Recordó las veces que vació toda su alma en aquello que escribía o componía. Recordó las veces que había "ejecutado" sus propios sentimientos. Al recordar esas sensaciones se sintió derrotado. Tenía ganas de volar para soñar y creer que es mejor así. Aún había veces que tenía miedo de mirarse en el espejo y seguía esperando el día en que llegara la cordura que nunca había tenido y que nunca retuvo.
A veces creía que no tenía alternativa, que no le quedaba ninguna opción para lograr conseguir lo que se proponía. Aunque luego se daba cuenta de que lo único que necesitaba era un poco de calor que derritiera esa escarcha que antaño era una coraza de hielo detrás de la cual se escondía. Recordó que fue el ayer el que tatuó sobre su piel el paso de los años y sobre su alma cicatrices.
No sabía que cojones le ocurría y eso le preocupaba. Llevaba días sintiéndose vacío a pesar de lo vivo que había llegado a sentirse hacía poco. Algo en esos dos o tres últimos días le había hecho perder su confianza. Intentó recordar el motivo, rebuscó en su mente los hechos ocurridos durante la última semana. Repasó una por una todas las palabras que había dicho.
Palabras... Parecía que el viento había arrastrado sus palabras a dimensiones paralelas. Cristian sabía que las palabras por si mismas estaban vacías. Que una palabra podía tener realmente un segundo significado para cada persona debido al significado que esta le diera realmente. Que una palabra vacía no es nada y que para demostrar un sentimiento es mejor un hecho que una palabra si esta carece de significado, si está vacía.
Cristian miró por la ventana. Estaba amaneciendo y la habitación se llenaba de luz. El amanecer y su color le empañaban los ojos de tristeza. Entonces recordó que esa misma sensación la había tenido muchas veces anteriormente; cuando era un adolescente que vivía atormentado. Recordó que las ilusiones había que buscarlas y mantenerlas, que sembrarlas y cuidarlas. Dejar que crecieran. Que si alguna vez se le moría un sueño fuera porque se hiciese real...
Se levantó en silencio y se colgó el bajo. Cerró los ojos y observó su mundo, reparando en los pequeños detalles, en aquellos pensamientos que muchas veces pasaba por alto, en sus ilusiones y anhelos más profundos... En él mismo y empezó a tocar el bajo, guiándose por sus pensamientos, por sus sentimientos... Estaba inspirado como hacía tiempo que no lo estaba cuando le vino el trozo de una canción de uno de sus grupos favoritos a la cabeza:
"No llores más, basta de hablar,
coge tus alas y a volar...
Sabes que tú eres más fuerte que él,
nadie te conseguirá vencer...
Levántate ya y empieza a correr,
decide tus pasos al andar...
Pues esto tal vez te hará sentir bien,
nadie te conseguirá vencer..."
Fue entonces cuando abrió los ojos y leyó una de las frases (la cual tenía al lado una carita sonriente) que tenía colgada en el corcho de su habitación que decía:
"I ens ha costat Dèu i ajuda, arrivar fins aquí..."
Cristian sonrió. De repende el color del amanecer ya no le parecía tan triste. Al fin y al cabo... Marcaba el inicio de un nuevo día y en el fondo sabía (o al menos lo creía o deseaba que fuese así) que, aunque pareciera que las palabras que él le dirigía se las llevara el viento, ella las guardaba en su memoria. Que igual que él guardaba un lugar para ella, ella lo guardaba para él...
El tiempo pasaba muy despacio. Los minutos se le hacían eternos y, aunque no había ningún reloj en su habitación no paraba de escuchar el "tic tac" que marcaba el paso del tiempo. Y aunque el tiempo parecía haberse detenido Cristian sabía que había empezado una cuenta atrás.
Las paredes de su habitación se habían convertido en los muros que construían su prisión. Realmente no existían esos muros, sólo existían en su mente y eran el miedo a fracasar, el miedo a quedarse solo, el miedo a sentirse inútil, vacío... Le fatigaba la ansiedad, le era difícil respirar... Por irónico que parecieria buscaba un poco de aire puro entre esos muros.
Él se encendió un cigarrillo aspirando lentamente el humo, saboreando el tabaco, sintiendo como la nicotina calmaba esa sensación de "mono" y le proporcionaba un placebo tranquilizándole...
Estaba sentado en el suelo de su habitación, recordándose a si mismo lo que fue. Recordó las veces que vació toda su alma en aquello que escribía o componía. Recordó las veces que había "ejecutado" sus propios sentimientos. Al recordar esas sensaciones se sintió derrotado. Tenía ganas de volar para soñar y creer que es mejor así. Aún había veces que tenía miedo de mirarse en el espejo y seguía esperando el día en que llegara la cordura que nunca había tenido y que nunca retuvo.
A veces creía que no tenía alternativa, que no le quedaba ninguna opción para lograr conseguir lo que se proponía. Aunque luego se daba cuenta de que lo único que necesitaba era un poco de calor que derritiera esa escarcha que antaño era una coraza de hielo detrás de la cual se escondía. Recordó que fue el ayer el que tatuó sobre su piel el paso de los años y sobre su alma cicatrices.
No sabía que cojones le ocurría y eso le preocupaba. Llevaba días sintiéndose vacío a pesar de lo vivo que había llegado a sentirse hacía poco. Algo en esos dos o tres últimos días le había hecho perder su confianza. Intentó recordar el motivo, rebuscó en su mente los hechos ocurridos durante la última semana. Repasó una por una todas las palabras que había dicho.
Palabras... Parecía que el viento había arrastrado sus palabras a dimensiones paralelas. Cristian sabía que las palabras por si mismas estaban vacías. Que una palabra podía tener realmente un segundo significado para cada persona debido al significado que esta le diera realmente. Que una palabra vacía no es nada y que para demostrar un sentimiento es mejor un hecho que una palabra si esta carece de significado, si está vacía.
Cristian miró por la ventana. Estaba amaneciendo y la habitación se llenaba de luz. El amanecer y su color le empañaban los ojos de tristeza. Entonces recordó que esa misma sensación la había tenido muchas veces anteriormente; cuando era un adolescente que vivía atormentado. Recordó que las ilusiones había que buscarlas y mantenerlas, que sembrarlas y cuidarlas. Dejar que crecieran. Que si alguna vez se le moría un sueño fuera porque se hiciese real...
Se levantó en silencio y se colgó el bajo. Cerró los ojos y observó su mundo, reparando en los pequeños detalles, en aquellos pensamientos que muchas veces pasaba por alto, en sus ilusiones y anhelos más profundos... En él mismo y empezó a tocar el bajo, guiándose por sus pensamientos, por sus sentimientos... Estaba inspirado como hacía tiempo que no lo estaba cuando le vino el trozo de una canción de uno de sus grupos favoritos a la cabeza:
"No llores más, basta de hablar,
coge tus alas y a volar...
Sabes que tú eres más fuerte que él,
nadie te conseguirá vencer...
Levántate ya y empieza a correr,
decide tus pasos al andar...
Pues esto tal vez te hará sentir bien,
nadie te conseguirá vencer..."
Fue entonces cuando abrió los ojos y leyó una de las frases (la cual tenía al lado una carita sonriente) que tenía colgada en el corcho de su habitación que decía:
"I ens ha costat Dèu i ajuda, arrivar fins aquí..."
Cristian sonrió. De repende el color del amanecer ya no le parecía tan triste. Al fin y al cabo... Marcaba el inicio de un nuevo día y en el fondo sabía (o al menos lo creía o deseaba que fuese así) que, aunque pareciera que las palabras que él le dirigía se las llevara el viento, ella las guardaba en su memoria. Que igual que él guardaba un lugar para ella, ella lo guardaba para él...
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